sábado, 19 de marzo de 2011

En tierra de Bimbaches...


No es extraño poder sentirse grande en un sitio tan pequeño como este, pues es imponente en su altura, podría decirse que majestuoso, quizás sea éste enturbiado sentimiento, el que albergó el alma del conquistador con tan solo poner la vista en tierra. En medio de tanto silencio, florece la flora y la fauna por doquier, y es equívoco pensar en “soledad”, pues, al contrario de aquellos empeñados en rodearse de gigantes de cemento y ruidos ensordecedores, aquí cuerpo y alma se embriagan de “Poder”.

¿Es nostalgia lo que siento?... Cuanta belleza perdida de otros tiempos, es la emoción ardiendo en las entrañas que me empuja a este dulce sentimiento, a esta mezcla de sabores, alegría y tristeza a un mismo tiempo, dulce sortilegio…

Muere el sol por el horizonte, y como quien en su agonía final, se resiste a dar el último suspiro, ofrece aún con más fuerza si cabe, sus últimos rayos, cálidos e intensos, aletargados sobre aquellos gigantes rocosos, que bastos pero bellos en su forma, despliegan, cual paleta caótica del pintor enloquecido, un sinfín de colores, tonalidades verdes, brillantes naranjas, suaves amarillos, grises tristes, y siempre ahí, el azul…, inmenso, sereno, en fin, la vida en todos su sentidos.

Leo mis últimas palabras en voz baja, procurando emitir el menor de los sonidos, por miedo, a ser yo, quien rompa tan hermoso silencio.

4 de Marzo de 2011, El Hierro